Las mujeres somos conocidas por nuestra capacidad excepcional para recordar, especialmente fechas importantes, palabras que nos dijeron y aún de manera específica, cómo estaba vestido alguien en cierta ocasión. Esta capacidad también aplica si de pecados pasados se trata. Nuestra mente es experta en recordar lo que Dios ya ha perdonado y tirado al fondo del mar (Miqueas 7:19). Le encanta recordar lo que Dios ya ha olvidado. Y esto, no precisamente para agradecer y glorificar su Nombre por todo lo que Él ha hecho, sino para traer esa sensación incómoda y de culpa que muchas veces nos lleva a decir: “si tan solo no hubiera hecho eso”, “si hubiera obedecido”, “si alguien me hubiera enseñado”, “si pudiera devolver el tiempo”, etc. Expresiones como esas revelan la culpa que aún puede haber en nuestros corazones.
En cierta medida es normal mirar al pasado y entristecernos por los pecados cometidos y por todo aquello que hoy, a la luz de la verdad del evangelio, descubrimos que estuvo mal, lo cual demuestra que nos hemos arrepentido y hemos cambiado de dirección.
Sin embargo, déjame decirte que lo que no está bien es quedarnos allí, lamentándonos y culpándonos por ese pecado. Y no está bien, porque si hemos creído en Cristo con nuestro corazón, si hemos puesto nuestra confianza solamente en Él para salvación, entonces significa que también hemos abrazado la verdad que nos dice que Él perdona y olvida nuestro pecado, que su obra es suficiente para perdonarnos aun cuando no sentimos que ha sido así.
Seguirnos culpando por el pecado que Cristo YA perdonó es quitarlo a Él del lugar de Juez y ponernos allí a nosotros. Es creer que su obra NO es suficiente para nuestro perdón, es dudar de lo que ya su Palabra nos ha dicho respecto a esto, es decirle a Él que no creemos en su declaración de perdón y que decidimos creerle más a nuestra mente que nos declara culpables.
Claramente, esto no es un llamado a no arrepentirnos cuando pecamos o a no ir delante de Dios rogando su perdón. A lo que me refiero es que después de que hemos hecho estas cosas, y el tiempo ha pasado, todavía seguimos con la misma culpa. Culpa que a su vez nos lleva a otro pecado, -el de no creer las verdades que Dios ya ha dicho sobre nosotros-.
Sabemos que mientras estemos en esta tierra en ocasiones tendremos este tipo de luchas, es más, probablemente en este momento te encuentres así; por ello es importante que tengamos una estrategia para que cuando la culpa nos ataque, sepamos cómo defendernos.
Sin duda, la mejor manera de responder a la mentira es con la verdad, en este caso, con la verdad de Dios acerca de Él y su obra por nosotros. Así que cuando la culpa por el pecado llegue a ti, la forma de defenderte no es solo diciendo que ya es pasado, o que ya no lo haces; si bien puede ser cierto, no es suficiente para traer la paz y calma que tu corazón necesita.
Hay verdades mucho más poderosas que esas, entre ellas, el hecho de que un Dios, santo y justo, -quien conoce completamente tu pecado y la magnitud de este-, te ha perdonado por la obra de Cristo, y esto es verdad lo sientas o no. Él ha anulado el acta de cargos que había en nuestra contra y al confiar en Cristo, Dios nos ha levantado para vivir una vida nueva. Es cierto que, por causa del pecado antes estábamos en guerra con Dios, pero también es cierto que ahora por causa de Cristo estamos en paz con Él. O lo que escribe el apóstol Pablo a los colosenses, que antes estábamos lejos, pero ahora Dios nos ha trasladado a su presencia, y como resultado, somos santos, libres de culpa y podemos presentarnos delante de Dios sin ninguna falta. Podría citar muchos otros textos para concluir que, en Cristo, somos declarados justos y santos, y esta es una gran verdad que aplica para toda la vida, no solo para el momento de la conversión.
La Biblia está llena de verdades como estas, las cuales no solo debes saber de memoria, sino creerlas y descansar en ellas. Así, cuando el enemigo trate de traer culpa recordando tu vida anterior, tú podrás en lugar de ello, traer a tu corazón la verdad de Dios, la cual no produce culpa, sino gratitud y alabanza a su Nombre por lo que Él ha hecho. Su verdad, te da paz.
Por favor, no sigas mirando el pasado que produce culpa y creyendo las mentiras de Satanás, y aún peor, tus propias mentiras. Deja atrás el “si tan solo hubiera…” y decide creer la verdad de Dios. Esa verdad te libera de la culpa del pecado, hace que cuando recuerdes el pasado no solo no genere tristeza, sino que te anime a vivir en santidad. Esa verdad hace que atesores a Cristo por todo lo que ha hecho, que pongas toda tu esperanza y confianza en Él, hace que lo ames más y que tu corazón rebose de gozo hacía Él, y como si fuera poco, te ayuda a que no caigas en pecados futuros.
Artículo escrito por Julia // Redacción Purex en Español