Somos seres relacionales por naturaleza. Se nos ha creado como individuos, pero no aislados, sino como parte de una comunidad. Relacionarse siempre es fundamental para el desarrollo humano, es en las relaciones en donde encontramos avances, logros y crecimiento.
Sin embargo, es justamente en el relacionarse en donde encontramos también altercados, disputas, discusiones, peleas; puesto que cada individuo es distinto. Tiene diversas formas de pensar y sentir. Como dirían las Escrituras, el hierro se afila con el hierro y el hombre en el trato con el hombre. Y ante esto, muchos temen: deciden alejarse en pro de no salir lastimados o heridos. Evitan sufrir, pero terminan sufriendo. Precisamente porque el ser humano no está llamado a vivir para sí mismo, alejado de todos.
Es evidente que dentro de nuestras relaciones encontramos dificultades, se sufre, pero también se crece, se llevan los unos las cargas de los otros, se aprende a amar sin esperar, se hace evidente la compasión, la bondad, la paciencia. Es en comunidad donde se desarrolla nuestro carácter. Entre más cerca estés de alguien más, estás propenso a que este te lastime, pero a la vez estás más propenso a conocer el amor, a experimentar un amor incondicional como el que se te ha dado por medio de Cristo.
Cada relación es única y particular, pero cada una de ellas puede crecer y mejorar, es por esto que a continuación encontrarás algunos consejos que puedes tener en cuenta para ello.
- No demandes cosas para satisfacer tus deseos
En muchas ocasiones, la forma en que nos relacionamos está influenciada por las necesidades de nuestro corazón. Basamos nuestras relaciones en lo que me puede dar esa persona, y no me refiero a cosas materiales necesariamente, sino de cosas tales como amor, aceptación, atención, valor. Y aunque esto pueda sonar noble, realmente ponemos en el otro algo que no puede darnos completamente, pues las personas son movibles, y son humanos; fallan, se equivocan, se van. No son estos los llamados a saciar las necesidades del corazón, o los vacíos emocionales que se dieron en nuestra infancia. El sentido de la vida, se halla en Aquel que te formó, que te conoce y que te ama con amor eterno.
Lo que vemos en muchos momentos, es que las relaciones se ven afectadas por esta necesidad de exigir, de demandar, que el otro haga, que el otro diga, que el otro me satisfaga; pero realmente en una relación se está para amar y para servir a la otra persona. Si cada persona que conforma una relación de amistad, de noviazgo o de matrimonio, tuviese la concepción de que es mejor dar que recibir, cada uno realmente recibiría, porque si los dos se están dando amor mutuamente, ambos son satisfechos.
- Si hay algo que te molesta, háblalo con esa persona directamente
Solemos callar nuestras emociones o aquellas cosas que nos molestan por evitar crisis o por temor a perder a esa persona. No fuimos diseñados para reprimir, el hecho de no expresar lo que está sucediendo solo hace que esto se acumule internamente y que haga daño interno y posteriormente externo.
Si hay algo que te indispone de la otra persona, habla con ella, exprésale lo que sucede y cómo tú has interpretado sus actitudes, háblalo con respeto y amor, sin juicios y sin el ánimo de ofender. Si la persona no recibe bien lo que dijiste aun cuando lo hiciste de manera asertiva, dale su tiempo y espacio para digerir. Si es posible lleguen a acuerdos, y basen su relación en el respeto hacia el otro, el amor y el servicio mutuo.
Ten presente que no es bueno dejar poner el sol sobre nuestro enojo, como diría el apóstol Pablo, no dejes trascender esa molestia, y en primera medida lleva a Cristo tus emociones y posteriormente trata de buscar la paz con esa persona.
- Habla menos, escucha más
Escuchar en el siglo XXI parece que se ha vuelto una habilidad, una que pocos poseen. Sin embargo, cada ser humano tiene la facultad de escuchar a otros. Lo que puede suceder es que la persona llegue a considerar que lo que él tiene por decir es más importante que lo que quiere comentar el otro. Es por esto, que la atención no logra focalizarse en las palabras que la persona está utilizando.
Una de las cosas importantes es poder cambiar nuestro pensamiento, y considerar que el otro tiene mucho que aportarme, dejar el orgullo de lado y prestar mis oídos a lo que esa persona quiere comentar, opinar o mencionar. Hay mucho que podemos aprender si focalizamos nuestra atención en escuchar a los demás.
Las Escrituras mencionan que seamos prontos para escuchar y tardos para hablar y airarnos.
- Considera al otro como superior
Esta premisa puede ser bastante conflictiva en este tiempo, un tiempo en el que el orgullo y el egoísmo pueden ser reinantes. Cada quien vela por lo suyo, y cada uno “merece lo mejor”. Así que las palabras de Pablo a los Filipenses parecen chocar en esta época.
Cuando nos consideramos mejor que otros, tendemos a ser prepotentes y cerrados a la hora de aprender de alguien, y esto complica mucho las interacciones en la relación.
Que nuestro corazón sea un corazón humilde, que no solo vele por sus propios intereses, sino por los intereses de los otros, y pongamos en práctica la forma de vida que Cristo mismo nos enseñó. Él mismo menciona que no vino a ser servido sino para servir. Y de Él se menciona que tuvo una actitud humilde, y es esta la que se nos insta a imitar.
- Si tienes una relación de pareja no veas al otro como competencia, ustedes forman un equipo.
Velar cada quien por lo suyo y actuar de manera independiente no funciona en los equipos de trabajo. Tampoco en una relación de pareja. Una relación amorosa comprende que las personas que se han unido conforman un equipo, que tienen como objetivo formar una familia; ambos trabajan en pro de ello, no luchamos por quién es el que tiene el poder, sino que nuestro enfoque pasa a ser, qué puedo aportar para conseguir nuestros objetivos, cómo sumo a este equipo, cómo puedo ayudar a mi pareja, etc. Y todo esto de una manera asertiva, llena de amor y con dedicación y entrega.
Tenemos la oportunidad de crecer y bendecir a otros a través de las relaciones que tenemos. Ten presente siempre que cada relación y todo lo que hagas, debe estar guiado por el amor, ese mismo amor que has experimentado gracias a la obra de Jesucristo.
Artículo escrito por Keli // Redacción Purex en Español
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