¿Esperar? ¡¿Y a quién le gusta esperar?! En la era de la inmediatez, hacerlo se ha convertido en una misión imposible. Además de la comida rápida y la búsqueda del resumen del libro que nos mandaron a leer, vemos que hoy nuestra incapacidad de esperar hace que nos cueste leer publicaciones de más de dos renglones o esperar para conocer el final de la serie que estamos viendo, ¡lo queremos saber ahora mismo!
Y con el sexo, la historia en realidad no es diferente. El anhelo por la llegada de la luna de miel se reduce al deseo de conocer el lugar del viaje, porque probablemente el cuerpo de tu pareja, ya es terreno conocido. O peor aún, ya ni paciencia hay para esperar el encuentro sexual, pues con el sexting prácticamente entre un mensaje y otro, ya tienes una foto explícita de las partes íntimas de la otra persona, pues ya no hay tiempo para la música romántica y la luz de las velas.
Qué difícil es entender que hay un tiempo para cada cosa, cuando tu cuerpo y tus deseos se rebelan ante la espera. Qué complicado es manejar el hecho de descubrir que uno de tus peores enemigos viva precisamente en tu interior: ese viejo hombre insaciable que no está dispuesto a ceder hasta que le entregues su gratificación inmediata. Y como si esta lucha no fuera suficiente, también contamos con los enemigos del exterior que están listos para mostrarnos el sexo como un producto más de consumo y a descalificar a los que aún anhelan esperar a la persona correcta poniéndoles en la frente el letrero de ‘mojigatos’.
Cuando cuentas con algo de gran valor, algo que estimas demasiado y es íntimo y personal, ¿te la pasas regalándolo a cualquiera?, ¿lo publicas en Tinder hasta que lo tome el mejor postor? Creo que no. Y tal vez es ese el problema con la espera, que no entendemos su propósito y que hemos dado poco valor a nuestro cuerpo y corazón, viendo el sexo como una transacción más, como un mero trueque comercial, como una vía de escape a aquello que nos atormenta o como una opción para llenar los vacíos del corazón que nada ha podido colmar.
La razón por la que el sexo antes del matrimonio no nos entrega todo lo que esperábamos o nos hace más mal que bien, es que no fue creado para esa etapa de la vida. El Creador del sexo determinó que su goce pleno sería dentro del pacto matrimonial, pues fue diseñado precisamente como la señal de ese pacto. Todo lo que Dios ha creado es para su gloria, y cada vez que usas algo que Dios te ha dado para propósitos distintos, te encontrarás con un sentido de insatisfacción que no podrás ignorar por siempre. Sí, aquí una amenaza para todos los que odian leer los manuales de instrucciones: ¡nada funciona mejor que seguir las instrucciones del Fabricante!
Pensaba en que cuando Isaías escribió “si están dispuestos a obedecer, comerán los mejores frutos del país”, nos dejó una afirmación que tiene un extenso alcance. ¿Quieres tener, no solo buen, sino el mejor sexo de la vida? ¡Espera! Sí que el sexo puede esperar, si eres consciente de los beneficios y del propósito que se cumple al tenerlo en obediencia y para la gloria de Dios. No en vano se nos ha dicho que por fe y paciencia se heredan las promesas (Hebreos 6:12), hay una riqueza invaluable que nos espera al otro lado de la inmediatez, y que no nos dará un placer que dura unos cuantos minutos, sino que permanece para siempre.
Sé que estas palabras agobian la carne de muchos, pero esto de la obediencia es una cuestión de amor. Así como la instrucción que recibimos, pues no fue producto del deseo de Dios de hacernos sufrir sino de que disfrutemos lo mejor, ¡fue producto de su amor hacia nosotros! Cuando amas de verdad a alguien, quieres lo mejor para esa persona, no le entregas lo que te ofrece la calentura del momento, sino que estás dispuesto a esperar un poco más para entregarle lo mejor, deseas para ella lo bueno, lo agradable, lo perfecto. Y eso solo corresponde a la voluntad de Dios para nosotros, es por ello que… ¡el amor todo lo espera!
Artículo escrito por Julián // Redacción Purex en Español