Cuando pienso en una sexualidad sana y un servicio pleno no puedo ignorar la importancia que tiene una correcta percepción de nuestro propio cuerpo y, en este sentido, se vuelve necesario reconocer las mentiras que están presentes tanto en los medios de comunicación, como en las redes sociales… ¡y hasta en nuestras propias conversaciones!
Por un lado, existe una obsesión incansable acerca de cómo deberíamos lucir. Tanto es así, que a veces llegamos a extremos dañinos para nuestra salud con tal de ser más como el modelo que decidimos seguir. Por otra parte, caemos en la trampa de creer que aquellos avatares que creamos son verdaderamente nosotros, cuando en verdad no logran más que separar nuestras vidas en partes. Mostramos quiénes queremos ser, no quienes realmente somos, y a la vez experimentamos un parcial o total desprecio por cómo hemos nacido. Pensamientos como “nací en el cuerpo equivocado” o “siento que viviría más plenamente si no fuese hombre/mujer” inundan hoy las mentes y corazones de la adolescencia y la juventud, distorsionando por completo que han sido creados en perfecto amor.
Sin embargo, “ser creados” implica que Alguien nos hizo y aquí es donde el poder de Dios se manifiesta y, con él, las verdades sobre las cuales deberíamos edificar los pensamientos acerca de nuestro cuerpo. Una de ellas es que Dios, al ver hecho al hombre, lo vio bueno en gran manera. Esto significa que quien nos concede valor es Dios, y no un “me gusta” ni un comentario en redes o la observación que otros hacen sobre nosotros con la intención de criticarnos.
Otra verdad, es que Dios estableció una diferencia de sexos, pero no porque uno fuese superior al otro, sino porque en esa diferencia se manifiesta Su gracia y gloria. Tanto hombres como mujeres compartimos el mismo llamado, pero lo ejecutamos en tareas específicas. Comprender el privilegio de ser sexualmente diferentes nos capacita para servir y glorificar a Dios, seamos casados o seamos solteros.
Y la tercera verdad se basa en una promesa: la seguridad de que nuestros cuerpos serán transformados y redimidos por completo. El pecado seguramente ha hecho daño a nuestras mentes, nuestros corazones y, sin duda, a nuestros cuerpos. No obstante, en Cristo toda mentira que inundaba nuestros pensamientos ha sido derrotada. Por eso, podemos estar seguros de que nuestro cuerpo fue diseñado (tal y como es) para buenas obras. No hay nada que pudiéramos añadirle o quitarle que cambiara el gran valor que Dios le ha dado.
Si hemos rechazado nuestro cuerpo, en Jesús tenemos redención. Si estuvimos obsesionados y hemos maltratado nuestro cuerpo, en Jesús tenemos redención. Si hemos caído en pecado sexual, en Jesús tenemos redención. Tu cuerpo es el correcto. Tú eres único(a). Anímate a desechar toda mentira de tu mente y a llenarla de las verdades de Dios y verás cómo tu diario caminar será mucho más pleno.
Artículo escrito por Lucía // Redacción Purex en Español
Me encanto el artículo!!! Fácil de entender y lleno de verdad!!! Felicitaciones a su autora y gracias a todos los que hacen y sostienen este espacio!!