Como mujeres, fuimos creadas para servir. Y sí, sé que tristemente a causa del pecado y el machismo, el servir es algo que se ha tergiversado. Recientemente vi un post de un hombre en Facebook que decía algo así como: “busco una empleada de servicio como esposa”, y es terrible que estos “hombres” piensen más en sí mismos que en el otro, eso sin duda alguna, NO es el cristianismo, y esos sin duda alguna, NO son hombres de Dios.
Sin embargo, viendo el otro lado de la moneda, creo que las mujeres -también por causa del pecado- hemos estado en búsqueda de un hombre que nos ame, que apoye nuestros sueños, con quien se puedan dividir las tareas, etc., porque a decir verdad los seres humanos pensamos siempre de qué forma puede el otro servirme y no cómo puedo servir y ayudar a los demás, y eso indudablemente aplica también en el caso de pensar en aquel que será nuestro esposo.
Pero la Palabra de Dios nos muestra otra realidad, y mucho más que eso, una hermosa verdad, y es el hecho de que hemos sido creadas para servir. ¿Alcanzas a dimensionar cuán valioso es eso? No somos un objeto más que alguien obtiene para que se vea bonito, no somos solo belleza que admirar, Dios, en su diseño tan perfecto de la mujer, nos hizo con una función: servir, ayudar.
Normalmente oraba a Dios por un esposo que me amara, que me entendiera, que me tuviera paciencia, y una lista interminable de lo que anhelaba y deseaba encontrar en él. Pero mi corazón orgulloso y egoísta fue confrontado por la vida de una mujer de la Biblia: Rebeca. No hablaré de lo trabajadora y diligente que fue, lo cual, sin duda, es digno de admirar.
Pero me detendré a meditar en esa mujer tan servicial que fue. Solo nota en qué estado la encuentra el siervo de Abraham: sirviendo a sus hermanos y padres. Nota como es ella quien toma la iniciativa de servir al siervo, y no solo al siervo, sino también a sus camellos (requisito indispensable que pidió el siervo como señal a Dios). ¿Y qué decir de ese corazón de servicio al punto de exclamar: “¡sí, iré!”? Solo por el hecho de que podría servir a un hombre de Dios, a un hombre al cual ni siquiera conocía, uno que no había visto nunca antes en su vida. ¡Eso es sorprendente!
Mujeres, sé que todas anhelamos un hombre de Dios que nos ame, nos cuide, nos proteja, provea para nosotras, y está bien. Pero no existe tal cosa como el idóneo o nuestra ayuda perfecta, o por lo menos no en el diseño perfecto de nuestro gran Dios. Lo que sí existe son mujeres ayudas idóneas (koinea), pues fuimos creadas para servir, es nuestra esencia.
¿A quién estás sirviendo hoy? No esperes a estar casada para servir, hoy mismo como Rebeca, puedes servir y ayudar a tus padres y hermanos en tu casa, a tus vecinos, y por supuesto, en tu iglesia. Ora a Dios que te regale un esposo no que te sirva, sino al cual puedas servir, que puedas ser esa ayuda idónea que él necesita. Él tendrá la responsabilidad de ser como Cristo, así que al escoger un hombre cristiano puedes descansar en que desde su relación con Dios querrá imitar a Cristo en vivir para servir y no para ser servido. Sin importar en qué momento de tu vida te encuentres, soltera o casada, ¡sirve! Pues encontrarás propósito en ello al hacerlo, pues para eso fuiste creada.
Artículo escrito por Dazu // Redacción Purex en español
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