Quizás te parezca extraño que una mujer esté escribiendo este artículo sobre la pornografía, ya que en la mayoría de las ocasiones cuando hablamos de porno, erróneamente pensamos que es solo un problema de los hombres. Sin embargo, con el paso de los años, son más las mujeres que están siendo presas de esta adicción. La pornografía no distingue géneros, edad, clase social o creencias religiosas; el porno es una adicción que se ha propagado como una pandemia de manera silenciosa.
¿Has sido tú, infectado por el virus de esta pandemia? Muy probablemente tu respuesta es no, quizás para otros de nuestros lectores sea un sí, o tal vez “en pocas ocasiones”. De hecho, puede que la mayoría condene este comportamiento y juzgue a aquellos que se han dejado llevar por esta industria. Y es que cuando pensamos en la pornografía, nuestra mente puede traer a memoria las famosas películas o revistas XXX, y puede que consideremos que no tenemos nada que ver con ello porque no hemos dedicado de nuestro tiempo a esto.
No obstante, como diría el Past Punto “el porno es todo aquello que lees, miras, escuchas, imaginas, que viene usado de manera ilícita para la excitación sexual”. Y a partir de esto, tal vez te has infectado sin percatarte de la presencia de este virus; porque en el mundo actual sí que tenemos películas, series, canciones, novelas, redes sociales, libros, revistas, programas de radio, entre otros, que presentan la sexualidad de una forma contraria a la que el Creador ha planteado.
Pero hoy, a esto le llaman “arte” o hasta “educación sexual”. Hablan de una aparente “libertad sexual” pero realmente llevan a una esclavitud. ¿Te has fijado en la cantidad de películas, novelas y series actuales en las que las escenas de sexo son totalmente explícitas? ¿O las canciones con sonidos de gemidos y palabras textuales sobre la relación sexual? ¿O las publicidades con hombres y mujeres desnudos o semidesnudos? ¿O los programas radiales en los que concursan por fingir el mejor orgasmo?
Tal vez, tu respuesta a estas preguntas es sí. Y es evidente que nuestro mundo está totalmente sexualizado y lleno de pornografía. La pregunta es, ¿qué estás haciendo tú frente a esto? Aparentemente no podemos escapar de todo lo que nos rodea. Es claro, que nos encontramos casi que a diario con escenas o sonidos, que no dibujan de forma real la sexualidad, que la ponen en un estándar egoísta en donde uso a la otra persona para mi propio placer y beneficio; en donde no me importa el otro, solo lo tengo como un objeto sexual, en quien puedo “liberar” mis más bajos deseos.
Sin embargo, aunque estamos en el mundo, no pertenecemos a este mundo, Jesús mismo orando antes de su muerte expresó lo siguiente: “Al igual que yo, ellos no pertenecen a este mundo. Hazlos santos con tu verdad; enséñales tu palabra, la cual es verdad” (Juan 17:16-17). Es decir, que aunque estamos rodeados por un mundo sexualizado, podemos mantenernos en la verdad de Dios. Pero, ¿cómo hacer esto?
Es importante que ante todo, no te creas fuerte. “El que piensa estar firme, mire que no caiga” y te expreso esto porque solemos creer que con escuchar esa canción, con ver esa serie, o esas escenas subidas de tono, no pasará nada, porque “nosotros conocemos la verdad”. No te engañes querido amigo, conocer la verdad hace que cierres tus ojos a aquello que denigra algo tan santo como el sexo. El conocer la verdad te hace entender la manera como hemos sido creados, teniendo claro que todo aquello que dejas ingresar por tus sentidos y a lo que expones tu mente, cobra peso a nivel cerebral, llegando a modificar maneras de pensar y hasta formas de vida.
Déjame recordar algo, y es que todo aquello que escuchas y ves, genera pensamientos, los pensamientos emociones, y las emociones acciones. Estar expuesto a estas series, películas, canciones, redes, etc., te llevará a una nueva manera de pensar y actuar. No te creas fuerte, es mejor que pases esa escena, que cortes esa serie, que dejes de ver esa película o novela, que no escuches esa canción o ese programa de radio, nada de ello contribuye a tu edificación y santificación, lo único que hace es alimentar tu carne y tus deseos pecaminosos.
Puede parecerte extremo y radical lo que estoy planteándote, pero si guardar tu corazón y tu mente, es extremista, entonces es mejor que lo seas. No te conviertas en esclavo de una industria que busca formarte a su manera. Pablo, en su carta a los Romanos expresó: “No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta”.
A mi parecer, y bajo estas circunstancias, todos hemos padecido por este virus, todos hemos sido infectados en esta pandemia en menor o en mayor escala. Por ello, necesitamos desintoxicar nuestras vidas de aquello que nos aleje del concepto real de la sexualidad, y necesitamos acercarnos a la verdad de Dios que nos muestran las Escrituras. El que creó todas las cosas, también creó el sexo, y lo creó para gloria suya. En la idea de Dios no busco mi propio placer, busco dar placer a mi cónyuge para glorificar a Cristo y como señal del amor que nos tenemos.
La industria del porno sigue avanzando, ¡no permitas que este siga esclavizando tu mente y tu vida! Esto no mejorará tu vida sexual, ni te garantizará una fructífera relación sexual con tu pareja, esto lo único que logrará es que seas esclavo de una adicción, que se afecte tu vida, tu relación con Dios, tu relación con los demás y hasta tu matrimonio. No solo lo decimos como Purex, lo dice la gran cantidad de estudios sobre este tema. Además, las Escrituras revelan cómo termina la vida afectada por la esclavitud al pecado.
No te engañes, todo aquello a lo que dedicas tu tiempo, tu energía, tus pensamientos, tu vida misma, se ha convertido en tu dios. Y si no amas a Dios por sobre todas las cosas, has transgredido la ley, y esto se llama pecado.
Permite que Dios desintoxique tu vida, tus pensamientos, toda tu área sexual, desde la verdad de Su Palabra. Acércate a la Luz para ver con claridad y para ser libre de la oscuridad de la pornografía.
Artículo escrito por Keli // Redacción Purex en español