Sé que todas nos identificamos con la idea de un príncipe azul, uno que venga por nosotras, nos rescate y nos lleve a vivir una vida de ensueño. Pero es cada vez más común encontrar historias en donde el príncipe no es tan príncipe, en donde el príncipe es un ogro, o en donde en lugar de ser rescatadas somos las rescatadoras. Tal es el caso de la muy conocida historia “La Bella y la Bestia”.
Pensando en esta novela, he descubierto que quizá a muchas nos han vendido la idea de una “Bestia”, que al final de todo se transforma en lo que siempre fue, el príncipe. Porque más allá de su apariencia de Bestia y todo el horror que puede provocar, muy en su interior es un ser dulce, tierno, caballeroso, dispuesto a amar y servir. Pero la historia nos muestra en paralelo a otro hombre, Gastón, con aspecto encantador y varonil, pero con actitudes que claramente revelan a un ser egocéntrico, dispuesto a ser servido, alabado por todos, arrogante, violento, e impulsivo.
Con mucha tristeza he descubierto que muchas de nosotras, -quizás cegadas por el enamoramiento, por la idea de un final feliz, por el miedo a la soledad, o por otros factores-, hemos aceptado en nuestra vida a “Gastones” creyendo que eran Bestias, que una vez casadas con ellos se convertirían en príncipes, cuando sus actitudes han sido desde un inicio evidentes. Claro, evidentes para todos, menos para nosotras, que hemos visto lo que hemos querido ver.
Quizá este discurso parezca poco espiritual, o nada provechoso, pero tiene mucho de espiritual y de provechoso. Son cada vez más las mujeres que he conocido que se han estrellado en el matrimonio porque durante el cortejo, o incluso durante el noviazgo, vivieron con el ideal del hombre que construyeron, uno que evidentemente no era real. O que simplemente aceptaron maltratos verbales y hasta físicos, excusando a estos malos hombres con excusas nada baratas, porque una vez presas de ellos, vivieron infelices para siempre.
Tiene mucho de espiritual, porque querida amiga que me lees, no podemos conformarnos con menos que lo que CRISTO ES a la hora de elegir a nuestro compañero. Ningún hombre por más cristiano que proclame ser, por más títulos o dinero que tenga, por más estudios teológicos que haga, o por más apariencia de piedad que muestre, ha de ser un verdadero modelo de Cristo, si su comportamiento contigo va en contra de lo que revela la Biblia: si no eres tratada como vaso más frágil, si solo busca ser servido en vez de servir, si te hace llorar más que reír, si no muestra compasión contigo, sino que en lugar de ello, constantemente te recuerda tus fallas y te hace sentir inferior (…) Y la lista podría ser muy larga, porque a decir verdad es más fácil encontrar anti tipos de Cristo, que prototipos de Él.
Por eso es súper importante que tu valor esté en Cristo antes que buscarlo en cualquier otro, es súper importante que hayas entendido que Cristo vino a la tierra por ti, que te rescató y ya vives -EN ÉL- esa vida de ensueño, pues Él te ha amado eternamente, te lleva de su mano, y te santifica constantemente hasta un día estar con Él por toda la eternidad.
Cuanto más conozcamos de Cristo, más lejos estaremos de hombres así. Si tus ojos han detectado alerta de “La Bella y Gastón”, aún estás a tiempo de soltar a Gastón y reescribir una nueva historia, dejarte deslumbrar por el Cristo de las Escrituras, pues basta con ver como cuida, sustenta y santifica a su novia -su Iglesia- para entender cómo debes ser tratada. ¡No te conformes con menos!
Artículo escrito por Dazuly // Redacción Purex en Español