No es fácil confiar en las personas que nos rodean, especialmente cuando en el pasado hemos sido lastimados por otros y tal vez esas heridas aún están abiertas y duelen, pero creo que no fuimos creados para vivir en soledad, así que siempre llegarán a nuestras vidas nuevas personas que tendremos que recibir y con las que estableceremos una relación de confianza.
Les daré un divertido ejemplo que encontré leyendo un e-mail; tal vez les hará reír pero abre los ojos a una nueva forma de ver las cosas.
«Una gallina que salió de su corral deambulaba por el jardín de su dueño. Cuando él se dio cuenta, la vio tranquila picoteando aquí y allá. Él salió, miró a su alrededor para ver si ella había arrancado sus frijoles, pero aparentemente todo parecía estar bajo control. La llevó de vuelta al corral y cuando cerró la puerta notó que en un rincón del jardín, desarraigados, estaban ellos, los pobres frijoles. ¿Qué habrá hecho el dueño? Pensaríamos que al menos se habría enojado por lo que había hecho la gallina, pero no, fue hacia ella y comenzó a acariciarla suavemente».
Qué reacción tan extraña pensaríamos, pero en realidad lo único que el hombre podía hacer para prevenir lo que había sucedido era revisar el agujero por donde había salido la gallina, después de todo la gallina sigue su naturaleza, ella cava buscando gusanos. No hay forma de cambiar su naturaleza.
Muchas veces nosotros nos comportamos de la misma manera. Cuando los demás se portan mal con nosotros, ¿qué hacemos? Nos enfadamos o entristecemos, todo esto porque tomamos la situación como algo demasiado personal. Vivimos los comportamientos y actitudes de las personas como si fueran una amenaza o necesariamente algo que hacen precisamente para hacernos daño.
En realidad, así como la gallina desarraigó los frijoles, no para molestar al dueño, sino solo porque está en su naturaleza, así mismo sucede con las personas que conocemos. No necesariamente actúan de ciertas maneras para hacernos daño y, sobre todo, no tenemos nada que ver con su comportamiento. La realidad es que no nos concierne lo que hacen, ni siquiera si nos lo hacen personalmente. Siempre se trata de ellos.
Muy a menudo ciertas actitudes son defensas personales, y detrás de cada una de éstas hay miedos, inseguridades, necesidades, deseos no cumplidos y quién sabe cuántas otras cosas. Y así, muchas veces sucederá que las personas harán cosas que no nos gustan, pero no podemos pretender que actúen de acuerdo con nuestro punto de vista. Podemos explicarles cómo vemos las cosas (al no ser gallinas, tal vez puedan entender), pero no es seguro, así que tenemos que vivir pensando que todo lo que hacen no se trata de nosotros sino de ellos. Solo se trata de nosotros si nos sentimos mal por eso.
¿Qué hacer entonces? Decidamos tener pensamientos positivos y puros hacia las personas que nos rodean y mejor ayudémosles si nos dan la oportunidad; comencemos de nuevo a confiar en el otro porque no todas las personas son iguales y si una persona nos ha lastimado en el pasado, no necesariamente todas las demás nos lastimarán de la misma manera. ¿Y si sucede? El problema sigue siendo siempre suyo y no tuyo. Obviamente, la confianza debe ser cultivada y, por lo tanto, es bueno ser sabio y elegir bien a las personas a quienes les abrimos nuestro corazón. Confianza no es sinónimo de ingenuidad.
Artículo de Francesca // Redacción Purex
Traducido por Julián // Purex en Español