Una expresión bastante común entre nosotras a la hora de arreglarnos. Al menos, en mi vida lo es. Lo gracioso es que la mayoría de veces que la decimos, en realidad sí tenemos qué ponernos. Por pequeño que sea nuestro guardarropa, siempre hay opciones de jeans, vestidos, blusas o zapatos, entre las cuales escoger.
Ahora, ¿por qué nos aflige tanto nuestra forma de vestir? ¿Por qué entramos en desesperación en el momento de arreglarnos? ¿Por qué nos rehusamos a ponernos ese mismo vestido o blusa de la semana pasada? ¿Por qué nos aflige que las personas siempre nos vean con la misma ropa? En cierta medida es normal que busquemos siempre lucir lindas y arregladas, y que nuestra ropa encaje perfectamente en toda ocasión. Sin embargo, esta preocupación puede ir más allá cuando nos angustiamos y estresamos por no encontrar el outfit perfecto, por no tener más ropa, o por no tener más dinero para comprar.
Lo cierto es que muchas veces detrás de nuestro deseo de vernos bien, y de la manera como vestimos o anhelamos vestirnos, hay motivaciones y deseos ocultos que queremos satisfacer a través de la ropa. Por ejemplo, ese deseo y anhelo de llamar la atención, de sentirnos admiradas, de impresionar, de encajar, y sobre todo, de lo seguras que puede hacernos sentir el que otros nos vean y nos digan lo bien que nos vemos. Y muchas veces, ese deseo puede llevarnos a mostrar nuestro cuerpo, a usar ropa que revele nuestra silueta, a gastar gran parte de nuestro dinero en más prendas para lucir siempre diferentes, y así obtener la aprobación y elogios de los demás, especialmente del sexo opuesto.
Sin embargo, no siempre estos deseos se revelan de esta manera. Podríamos pensar que si no nos vestimos de forma sexy, no luchamos con estas cosas. Pero, ¿qué de cuando vemos a una chica mejor vestida que nosotras?, ¿qué de cuando no sientes que impresionaste a alguien o llamaste la atención con tu vestimenta?, ¿cómo se llega a sentir tu corazón? ¿Y qué decir de ese descontento o amargura porque tu cuerpo no te permite usar todo tipo de ropa como al resto de las chicas? ¿O qué de esas ganas de querer vestirte mostrando un poco más, pero no poder hacerlo porque tu iglesia o tus padres no te lo permiten? En ocasiones como estas, podemos estar físicamente con nuestro cuerpo cubierto, pero teniendo desnudo nuestro corazón.
Creo que todas nos hemos encontrado en algún momento en esta situación, muchas veces no siendo conscientes de ello y otras veces con pleno conocimiento de lo que queremos lograr al arreglarnos. Cualquiera que sea el caso, debemos reconocer que esto es un acto pecaminoso de nuestro corazón, ya que al querer llamar la atención con nuestra manera de vestir, negarnos a ir a un lugar por no encontrar la ropa perfecta o estresarnos hasta el punto de llorar por sentir que nada nos queda bien, estamos diciendo que nuestra seguridad y plenitud depende de lo que los demás comenten de nosotras y no de lo que Dios ya ha dicho… ¡Necesitamos arrepentirnos!
Antes de seguir, quiero decirte que no encontrarás aquí instrucciones específicas acerca de qué tan largo o qué tan corto debes usar tu vestido o falda, qué tan ajustados tus jeans, si usar una blusa con o sin mangas, o si usar pantalón o falda. De hecho, tampoco lo encuentras en la Biblia. Lo que sí encontrarás aquí es una invitación a evaluar la motivación de tus preocupaciones respecto a la ropa, y a quitarte esa carga descubriendo la manera más hermosa en la que podemos adornarnos.
Aunque la Biblia no nos dice el largo que debe tener nuestra ropa, sí nos da instrucciones y parámetros acerca de cómo vestirnos. 1 Timoteo 2:9-10 y 1 Pedro 3:4-5 son textos que nos indican lo que las mujeres creyentes debemos y no debemos usar. Éstos nos instan a no estar demasiado preocupadas por la belleza externa, la ropa, las joyas extravagantes y los peinados llamativos, y también nos invitan a vestirnos con pudor y modestia, con la belleza interior de un espíritu tierno y sereno, y sobre todo, a vestirnos de buenas obras.
Sin embargo, el problema está en que tenemos en poco estas indicaciones porque nuestros corazones pecaminosos con deseos de atención y admiración, nos dicen que vestirnos de esta forma no es suficiente. Pensamos que no nos dará la atención que creemos merecer y mucho menos la aprobación que anhelamos, convenciéndonos de que ser aprobadas por Dios no es tan valioso como ser aprobadas y aceptadas por los demás.
Es por ello que entender y abrazar la verdad de estos versículos puede ayudarnos a cambiar nuestras motivaciones y hacer que nos sintamos menos frustradas a la hora de vestirnos, ya que cuando comprendemos que hay una manera más hermosa de arreglarnos, podemos luchar con nuestros deseos internos de buscar atención y seguridad a través de nuestra ropa, confiando en que la aprobación más importante es la que viene de Él, que la seguridad que necesitamos la encontramos en Él, y que, aunque externamente siempre usemos el mismo vestido, luciremos hermosas si nos vestimos internamente como su Palabra lo indica.
Esta no es una invitación a NO arreglarnos o vernos lindas. De hecho, debemos hacerlo, pero de la manera correcta, ya que así reflejamos la belleza de nuestro Dios. Este es un proceso diario, que requiere dependencia de Él, y su ayuda para ejercer dominio propio y no suplir los deseos de nuestro corazón. Además, necesitas descansar en Él y confiar en su Palabra, que indica la mejor manera de vestirnos. Así que aunque no encuentres el outfit perfecto en tu armario, recuerda que al vestirte con un espíritu tierno y sereno, y al adornarte de buenas obras, no solo te verás hermosa y usarás el mejor vestido de todos, sino que… ¡TENDRÁS QUÉ PONERTE TODOS LOS DÍAS DE TU VIDA!
Artículo escrito por Julia // Redacción Purex en Español