¿Alguna vez has sentido que tienes el “corazón roto”? Creo que todas hemos pasado por eso, probablemente con sentimientos de desilusión, abandono, o sintiéndonos traicionadas, usadas y engañadas. Ahora, hay dos formas en las que hablando en un contexto romántico esto puede suceder. La primera es cuando estás con alguien con quien de manera mutua se han expresado amor y hecho votos de confianza, y por algún motivo esto se rompe, causando desilusión. La segunda, y en la que quiero desarrollar este escrito, es cuando nosotras asumimos que alguien a través de sus acciones y la manera como se comporta o nos trata, nos está expresando amor e interés romántico, y cuando las cosas no salen como creíamos, o al menos no pasa lo que en nuestra mente pensábamos que estaba sucediendo, sentimos que nos rompieron el corazón… sin embargo, creo que la frase más adecuada para este caso es: ¡me rompí el corazón!
Y nos rompemos el corazón nosotras mismas porque somos expertas en asumir cosas y sacar conclusiones de las “señales” que creemos que otra persona nos está dando. Generalmente cuando nos gusta algún chico y este se acerca, nos encanta interpretar los aspectos normales de una amistad como actos románticos que están haciendo por nosotras. Empezamos a pintarnos un panorama y a crear ilusiones (de algo que probablemente no existe), tanto así, que creamos toda una película, y si alguien la viera tal vez nos nominaría al Óscar. No estoy diciendo que es pecado emocionarse cuando el chico que nos gusta nos escribe o hace algo por nosotras, de hecho, es normal que lo hagamos.Pero debemos tener cuidado con la manera como transformamos las acciones de los hombres en declaraciones de amor, y dejamos volar nuestra imaginación.
Hace algún tiempo aconsejé a 4 chicas, -por separado, obviamente-, cada una quería contarme la historia romántica que estaban viviendo, y la emoción que sentían porque el chico en el que estaban interesadas también estaba interesado en ellas. Les pregunté si él les había expresado su interés a través de palabras, todas respondieron que no, pero enseguida a su defensa me explicaron que era “obvio” que sentía algo por ellas, por las acciones que él hacía, y la forma como las trataba. Lo sorprendente de esta historia es que, aunque fueron consejerías diferentes, todas se estaban refiriendo a un mismo chico, y todas describían los mismos actos que de su parte les hacían sentir que él estaba interesado. Al principio pensé en juzgar al muchacho y acusarlo por ilusionar a cuatro chicas a la vez, pero al final descubrí que ese chico no estaba interesado en ninguna y que todo lo que ellas estaban viendo no era más que la personalidad amable de un amigo, cosa que sus mentes transformaron en actos de amor, asumiendo su interés y terminando con el corazón roto y desilusionado.
El mayor problema no es cuando descubrimos que el chico que pensábamos estaba interesado en nosotras no lo está, sino en lo que luego empieza a suceder en nuestra mente. Asumimos que un “no, tú no me gustas”, es igual a “eres fea”. El “no estoy interesado en ti”, lo transformamos en “nadie se va a interesar en mí”. El “solo te veo como una amiga”, en “no soy valiosa”. Y la que más me gusta, transformamos el “no eres la persona para mí”, en “NO SOY SUFICIENTE”. Tenemos una capacidad particular para darle nuestro propio significado a las palabras de los demás y no entendemos que no gustarle a alguien no es sinónimo de ser fea o poco valiosa. En esos momentos también olvidamos lo que Dios ha dicho que somos y tenemos en Él, y decidimos creer lo que nosotras mismas nos estamos diciendo, haciendo así que nuestro dolor sea mayor y a la vez, hundiéndonos en la autocompasión y victimizándonos, cosas que de vez en cuando también nos encanta hacer para no asumir la responsabilidad de no saber cómo manejar nuestras emociones.
Para quienes tienen la piedra en la mano dispuestas a arrojármela en estos momentos porque sienten que nos estoy echando la culpa de todo, y que todo es culpa de nuestra imaginación, quiero aclararles que no estoy eximiendo a los chicos de su responsabilidad, que soy plenamente consciente de que ellos también se equivocan y hacen cosas que no deben hacer y muchas veces no son cuidadosos con lo que nos dicen o hacen, contribuyendo a que nos ilusionemos, a pesar de que ni siquiera están interesados.
Tampoco las estoy invitando a volvernos duras y no permitir que nadie se acerque, o no permitirnos conocer a alguien. Pero sí a que dejemos de ASUMIR que todo chico que nos habla o se acerca a nosotras es porque tiene algún tipo de interés romántico, y que dejemos de transformar simples acciones amables en supuestas señales de amor. Mi invitación es a que podamos tener nuestras emociones bajo el control de Cristo, que Él nos controle y no que nuestras emociones nos controlen a nosotras.
No asumamos que le gustamos a un chico hasta que haya salido de su boca, el hombre correcto esperará y tomará la iniciativa, y en el momento adecuado nos lo hará saber. No demos nada por hecho hasta que nos sea dicho. Tampoco debemos castigarnos si esto ha pasado o está pasando, debemos ir ante el Señor y que Él sea quien, a través de su Palabra, y por medio de su Espíritu, nos haga conscientes de nuestro error, pero también nos dé su consuelo y tierno cuidado.
Mi propósito es motivarlas a que evaluemos nuestras emociones, a que siempre pongamos delante del Señor lo que estamos sintiendo y que Él nos dé claridad, para que así hayan menos corazones rotos, y que mientras sea posible y de nosotras dependa, no tengamos que decir una vez más… ¡me rompí el corazón!
Artículo escrito por Julia || Redacción Purex en Español