¿Alguna vez has pensado que no eres suficiente?, ¿que te hace falta algo para obtener el trabajo que quieres, el cargo ministerial que deseas, o la más frecuente, la atención del chico que te gusta? Casi todas las mujeres en algún punto de la vida llegamos a tener este pensamiento. En ocasiones es posible que no seamos conscientes de ello o que no lo expresemos o reconozcamos de manera clara; pero lo cierto es que tendemos a pensar así acerca de nosotras, en especial cuando se refiere a relaciones amorosas.
Cuando nos gusta alguien y sentimos que no somos correspondidas o abiertamente nos lo dicen, nuestro primer pensamiento no es que el chico tenga otro tipo de gustos o que quizá esa relación no sea la voluntad de Dios; nuestro primer pensamiento es que nuestra belleza, nuestro carácter, nuestra profesión o trabajo no son suficientes para lograr que ese hombre se fije en nosotras y que, por lo tanto, algo está mal y necesitamos cambiarlo.
Ahora, sí que algo está mal en nosotras, pero no es precisamente alguna de las cosas mencionadas. Nuestro problema acerca de esto no tiene que ver con lo que somos o tenemos, sino con lo que estamos creyendo respecto a nosotras mismas. El no creer que somos suficientes radica en algo que probablemente no podemos reconocer a simple vista, o que posiblemente no nos hemos tomado el trabajo de buscar… ¡nos estamos comparando con algo más!, con un estándar, un ideal que creemos debemos alcanzar para lograr lo que queremos o el amor que deseamos. No nos sentiríamos insuficientes si no nos comparáramos con alguien más.
Por compararnos es que sentimos que no alcanzamos el estándar, que no somos el tipo de chica que los hombres quieren o de las cuales se enamoran. Esto pone en evidencia un problema de identidad. No sabemos quiénes somos y el valor que tenemos, y esto ha hecho que adoptemos modelos aún seculares de cómo debemos vernos o vestirnos para que nos amen. Aun dentro del mundo cristiano hemos creado el ideal de chica “cristiana perfecta”, ideal que como la palabra lo dice, no existe pero que nosotras hemos abrazado.
Así que, si el no sentirnos suficientes radica en nuestra comparación con alguien más, esto no se soluciona tratando de lograr ser la chica que todos aman y mucho menos teniendo la atención y amor de alguien; es probable que por un tiempo esto traiga calma, pero no será duradero.
Necesitamos ir ante Aquel que a través de su Palabra y por medio de su Espíritu nos recuerda lo valiosas, amadas y completas que estamos en Él; que no nos hace falta alcanzar ningún estándar para que alguien nos ame, que Él ya nos ha amado. Que somos extremadamente valiosas, tanto que Él nos compró con su sangre y nos ama con locura. Alguien para quien no tenemos que vestirnos o actuar de cierta manera para que nos elija o para ganar su amor porque Él ya nos escogió.
Cuando recordamos esto, podemos tener clara nuestra identidad y entender que Dios nos ha creado únicas y hermosas de manera particular y diferente. No renunciemos a lo que Él nos ha dado por tratar a toda costa de convertirnos en alguien que no somos, tan solo por agradar a los demás.
La próxima vez que no te sientas suficiente para que un hombre te ame pregúntate con qué te estás comparando. Debemos comprender la verdad de que el único estándar con el que debemos compararnos es con Cristo. Él es el estándar más alto y al compararnos con Él sí que sentiremos insuficiencia, lo cual es bueno, pues nos hace depender y aferrarnos a Aquel en quien radica nuestro valor e identidad.
Artículo escrito por Julia // Redacción Purex en Español