La palabra “matrimonio” podría hacer rima con familia, sueño, comida y tantas otras cosas. La verdad es que esta palabra, representa en realidad mucho más que todo esto. Recuerdo que en mi infancia, cuando mi mamá iba a maquillar a las novias, a mí me gustaba acompañarla, por la curiosidad de ver el vestido blanco e imaginarlo algún día puesto en mí: tenía solo 7 u 8 años pero el encanto de una novia, junto a la idea de asistir a una boda, me producía una emoción única. Así como una página blanca marca el inicio de una nueva historia a escribir, ese día representa el inicio de una nueva etapa de la vida de dos personas que se eligen recíprocamente abrazando un único propósito. En los últimos años el valor de esta unión ha asumido una importancia marginal, especialmente al interior de las familias donde los hijos se encuentran en contextos familiares difíciles que en la mayoría de los casos terminan en divorcio.
La famosa promesa “hasta que la muerte nos separe” es el preludio de una decisión que técnicamente debería dar a las emociones un rol totalmente marginal. Es solo mediante una decisión que hacemos que nuestras relaciones sean fuertes y estables, garantizando también la fidelidad a la persona que hemos escogido. Conozco personas casadas únicamente movidas por el deseo de coronar un sueño que por muy comprensible que pueda ser no es en absoluto el único factor a evaluar a la hora de tomar una decisión de tal magnitud. Estas personas han preferido priorizar el componente emocional sin darse el tiempo de examinar si verdaderamente la relación está fundamentada primero que todo sobre bases sólidas. Cada uno de nosotros tiene sus propias pasiones, sus propios hábitos, sus visiones y perspectivas, y antes de unir nuestra vida a la de otro individuo es esencial conocer todos estos aspectos diferentes para comprenderlos, metabolizarlos y aceptarlos evitando así desilusiones inútiles. A menudo se dice que “los polos opuestos se atraen”, pero no estoy muy de acuerdo con tal afirmación porque al ser completamente diferentes, se corre el riesgo de tener más momentos de confrontación que de comunión. Esto no significa que debemos ser iguales, pero sí debemos tener una única visión y un objetivo común, es necesario mirar hacia una misma dirección. Esta es la razón por la cual la Biblia nos habla de no unirnos en yugo desigual con un no creyente, simplemente porque la dirección de un creyente y la de un compañero no creyente tenderán a ser discordantes y como ya he mencionado: para un matrimonio feliz es fundamental tener una visión única y compartida.
¿Se han preguntado alguna vez por qué en la generación de nuestros abuelos raramente se escuchaba hablar de divorcio? Porque al matrimonio se le atribuía un valor, era de fundamental importancia criar a los hijos con los valores correctos. Claramente esto no implica que estas fueran familias perfectas pero el respeto, la fidelidad y cada cosa necesaria para construir una familia era priorizado. Creo que esta sociedad tiene la necesidad de conocer la importancia del matrimonio y de ver sobre todo testimonios de matrimonios felices, no perfectos, pero felices, a pesar de todos los obstáculos y las cicatrices que se presentan con el tiempo. Las cicatrices cuando se trata de la familia, son señales de luchas afrontadas y vencidas.
Recuerdo que una vez, en el centro comercial con mi mamá, miré a la vendedora mientras organizaba un accesorio usado durante las despedidas de soltera y notando mi entusiasmo mientras la observaba me preguntó: “¿tú en serio quisieras casarte?” Le respondí: “claro y espero que pronto”. Su rostro tomó una expresión de sorpresa y no podía entender por qué yo tenía ese deseo, me hizo un cumplido similar a los que hacen cuando alguien tiene la intención de emprender una aventura muy peligrosa. Comprendí, en ese momento, que ella y la mayoría de las personas han dejado de creer en el matrimonio.
Es entonces necesario, traer de vuelta la importancia y la necesidad del matrimonio a nuestra generación, es de fundamental importancia que personas protagonistas de matrimonios felices compartan su experiencia y el camino que los llevó a aquello que podemos definir un “vivir felices y contentos”, no es necesario conformarnos con la convivencia cuando se puede tener algo más sólido sellando un pacto, una alianza con la persona que escogimos. Hay mucho más que compartir un techo o una cama; la posibilidad de una unión indisoluble que nos une a la otra persona como si se tratara de una sola, una sensación de pertenencia que no significa posesión sino libertad de uno hacia el otro, un único propósito, una alianza de amor que ningún hombre puede destruir si se decide dar espacio al amor para: fortalecerse cada día. “El hombre no separe lo que Dios ha unido”.
Artículo escrito por Francesca // Redacción Purex
Traducido por Jazmín // Purex en Español